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miércoles, 2 de septiembre de 2020

El trabajo en soledad

El hombre viejo solía trabajar mucho
Un hombre viejo solía trabajar mucho en soledad y en su casa. Un día un amigo le preguntó:

—¿Por qué casi nunca se te ve salir?

Es que trabajo mucho.

—¿Cómo puedes estar trabajando tanto, no veo que produces nada?

Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar a una serpiente, cargar a un asno y someter a un león.

—Pero, no veo ningún animal en tu casa, ¿dónde están? —preguntó el amigo perplejo.

Los tengo dentro —le contestó el viejo poniendo sus manos sobre su pecho—. Los halcones se lanzan sobre todo lo que se me presenta, bueno o malo, tengo que entrenarlos para que se lancen sobre cosas buenas. Son mis ojos y mi intelecto.

»Las dos águilas con sus garras hieren y destrozan, tengo que enseñarles a que no hagan daño. Son mis manos y raciocinio.

»Y los conejos quieren ir adonde les plazca, huir de los demás y esquivar las situaciones difíciles. Tengo que enseñarles a estar quietos donde deben estar, aunque haya un sufrimiento, un problema, o cualquier cosa que no me gusta… Son mis pies y mis pensamientos vacilantes.

»Lo más difícil es vigilar a la serpiente. Aunque se encuentra encerrada en una jaula de 32 varillas, siempre está lista para morder y envenenar a los que la rodean apenas se abre la jaula. Si no la vigilo de cerca, hace daño… Es mi lengua y mis palabras habladas.

»El burro es muy obstinado, no quiere cumplir con su deber. Pretende estar cansado y no quiere llevar su carga de cada día… Es mi cuerpo y mi alma.

»Finalmente, necesito domar al león, pues quiere ser el rey, quiere ser siempre el primero, es vanidoso y orgulloso… Ese es mi corazón«.

 

Fuente: Basado en una historia de webcatolicodejavier.org

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