por Dale Carnegie
Para
ilustrar el mágico poder del pensamiento, permítaseme que cuente
una de las más asombrosas historias en los anales de Norteamérica.
Podría escribir un libro sobre ella, pero seré breve. En una fría
noche de octubre, poco después de terminada la guerra civil, una
mujer sin hogar ni amparo, apenas algo más que un vagabundo en la
faz de la tierra, llamó a la puerta de la señora Webster, la
esposa de un capitán retirado de la marina mercante, con residencia
en Amesbury, Massachusetts.
Al
abrir la puerta, la señora Webster vio a un frágil ser, "apenas
más de cincuenta kilos de piel y hueso» ateridos". La
desconocida, una señora Glover, explicó que estaba buscando
un hogar donde pudiera estudiar y resolver un problema que le
absorbía los días y las noches.
—¿Por
qué no se queda usted aquí? — replicó la señora Webster—. Yo
vivo sola en esta casona.
La
señora Glover pudo haberse quedado indefinidamente con la señora
Webster sin la llegada del yerno de ésta, Bill Ellis, quien había
abandonado Nueva York para pasar unas vacaciones. Cuando Bill Ellis
descubrió la presencia de la señora Glover, gritó: "¡No
quiero vagabundos en esta casa!" Y puso a la pobre mujer en la
puerta. Estaba lloviendo. La señora Glover quedó inmóvil y
temblorosa durante unos minutos bajo la lluvia; después marchó
carretera abajo, en busca de algún refugio.
Y
aquí está la parte asombrosa del relato. Aquella ' Vagabunda"
expulsada por Bill Ellis de la casa estaba destinada a influir en las
ideas del mundo más que cualquier otra mujer que haya andado por
esta tierra. Ahora es conocida por millones de fervorosos seguidores
como Mary Baker Eddy, la fundadora de la Ciencia Cristiana.
Sin
embargo, hasta entonces, había conocido poco de la vida, salvo sus
enfermedades, penas y tragedias. Su primer marido murió poco después
de celebrado el matrimonio. Su segundo marido la había abandonado y
se había escapado con una mujer casada. Falleció después en un
asilo de pobres. Ella sólo había tenido un hijo y se vio obligada,
a causa de la pobreza, la enfermedad y los celos, a entregarlo —un
niño de cuatro años— a otra persona. Perdió toda traza de él y
no volvió a verlo hasta treinta y un años después.
A
causa de su pobrísima salud, la señora Eddy se había interesado
durante años en lo que llamaba "la ciencia de curar por el
espíritu". Pero la dramática crisis de su vida se produjo
en Lynn, Massachusetts. Caminaba un día de mucho frío por la zona
baja de la ciudad cuando se resbaló y cayó sobre el helado
pavimento. Quedó sin conocimiento. Su espina dorsal resultó
afectada y tenía terribles convulsiones. Hasta el médico supuso que
iba a morirse. Declaró que, si sobrevivía por un milagro, aquella
mujer ya no podría caminar.
Tendida
en lo que creía que era su lecho de muerte, Mary Baker Eddy abrió
la Biblia y, según declaró, una guía divina le indujo a leer estas
palabras de San Mateo:
"Y,
mirad, le llevaron a un hombre enfermo de parálisis, tendido en un
lecho, y Jesús... dijo al enfermo de parálisis: Hijo, ten buen
ánimo, porque tus pecados te han sido perdonados... Levántate, toma
tu lecho y vete a tu casa. Y el hombre se levantó y se fue a su
casa".
La
señora Eddy manifestó que estas palabras de Jesús le procuraron
tanta fuerza, tal fe, tal poder de curación, que "inmediatamente
saltó de la cama y caminó". Y añadió:
"Esta
experiencia fue la manzana caída que me llevó al descubrimiento de
cómo podía sentirme bien y hacer que los demás se sintieran lo
mismo... Conseguí la certidumbre científica de que toda causa es
Espíritu y todo efecto un fenómeno mental".
Tal
es el modo en que Mary Baker Eddy se convirtió en la fundadora y la
suprema sacerdotisa de una nueva religión: la Ciencia Cristiana —la
única gran fe religiosa que haya jamás sido establecida por una
mujer—, una religión que se ha extendido por todo el globo.
Es
probable que ustedes estén diciéndose ahora: "Este Camegie
está haciendo proselitismo para la Ciencia Cristiana". No.
Están ustedes equivocados. No pertenezco a la Ciencia Cristiana.
Pero, cuanto más vivo, más me convenzo del tremendo poder del
pensamiento. Como consecuencia de treinta y cinco años dedicados a
enseñar a adultos, sé que hombres y mujeres pueden eliminar la
preocupación, el miedo y diversas enfermedades y transformar sus
vidas mediante un cambio en sus pensamientos. ¡Me consta! ¡Me
consta! ¡¡Me consta!! He presenciado cientos de veces
transformaciones increíbles. Las he visto tan a menudo que ya no me
llaman la atención.
Fuente: Dale Carnegie — "Cómo suprimir las preocupaciones y disfrutar de la vida", Cuarta Parte, capítulo 12.
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