Hay
que estar atentos a cómo nos relacionamos con nuestros pensamientos.
Cada vez que nos sentimos atraídos por uno u otro de ellos, lo
alimentamos con nuestro amor y le damos vida.
Un pensamiento que ha
recibido benevolencia de nuestra parte cobra vida en el grado del
cariño que tengamos hacia él. Porque la vida surge siempre del
amor.
Con la vida recibida, el pensamiento logra a ser fuerte en la medida del alimento que le demos. Cuanto más amor les demos,
tanto más poderoso se vuelve hasta el punto de tomar el control de
nuestra vida.
El problema es cuando
empiezan a hacer destrozos en nuestro interior y no podemos pararlos
debido a que se han vuelto vivos e independientes.
La única manera de
detener a los pensamientos negativos es:
- Dejando de alimentarlos.
- Tan solo observarlos. Sin reaccionar, sin apego ni aversión.
¿Cómo se alimenta a
un pensamiento?
Dándole atención y
reaccionando con emociones.
Pueden ser emociones de agrado o emociones de desagrado. El agrado genera apego, el desagrado aversión.
Pueden ser emociones de agrado o emociones de desagrado. El agrado genera apego, el desagrado aversión.
Si queremos dejar de ser
esclavos de estos pensamientos hay que mirarlos sin reaccionar. Si
nos pide alimento, no se lo damos. Si nos amenaza con castigarnos,
hay que permanecer firmes y estar dispuestos a sufrir síntomas. Por
ejemplo, síntomas conocidos como "síndrome de abstinencia".
Teniendo presente que
todos esos síntomas pasarán algún día. Hasta que el pensamiento
se debilita y pasa a un estado de inanición. Así nos haremos libres
de su tiranía.
Jesús decía; "¡Niégate
a ti mismo y sígueme!".
Niega a esos pensamientos
que tanto te agradaban. Porque son como tus hijos. Pero un hijo no
puede manipular al padre. Por eso, niégales el alimento, hasta que
dejen de controlarte.
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