Una falta de bacterias puede ser la culpable del aumento de peso
Los estudios del Dr. Martin Blaser de la Universidad de
Nueva York, han demostrado que eliminar bacterias del microbioma, incluso con dosis baja de
penicilina, a los ratones durante solo cuatro semanas en las etapas
iniciales de su vida, los hace obesos al crecer.
Los estudios señalan que también que la Helicobacter pylori ayuda a regular la ghrelina, la hormona que aumenta el apetito. Ante la ausencia de H. pylori que frena la ghrelina, los humanos podrían no recibir las señales naturales que les indican que dejen de comer.
Los estudios señalan que también que la Helicobacter pylori ayuda a regular la ghrelina, la hormona que aumenta el apetito. Ante la ausencia de H. pylori que frena la ghrelina, los humanos podrían no recibir las señales naturales que les indican que dejen de comer.
Investigadores
de la Universidad de Cornell han identificado una familia de microbios
llamada Christensenellaceae que parece ayudar a la gente a mantenerse
delgada, y tener o no una abundancia de estos microbios es genético.
Sin embargo, algún día podría ser posible que el clan de los Christensenellaceae lo adopte. Ratones que recibieron trasplantes de esas bacterias subieron menos de peso que ratones sin tratamiento que se alimentaron con la misma dieta. El estudio fue publicado en la revista académica Cell este mes.
Hubo una explosión de investigaciones sobre cómo las bacterias impactan en la salud humana, y el peso corporal es una de las áreas más intrigantes. Se especula de manera creciente que las tasas en alza de obesidad podrían ser en parte causadas por el mayor uso de antibióticos, que podrían estar eliminando bacterias que ayudan a los humanos a convertir alimentos en energía de manera eficiente.
Los bebés nacen sin bacterias y con el tiempo se convierten en huéspedes de aproximadamente 100 billones de estos microrganismos. Las bacterias revisten cada centímetro de la piel, la boca, la nariz, las orejas, los genitales y en especial el intestino. No solo digieren los alimentos y ayudan a combatir a invasores, sino que también producen vitaminas y químicos que ayudan a regular el sistema inmunológico, el metabolismo, e incluso el estado anímico.
“Antes, las principales bacterias que veíamos eran malas, las que te pueden matar. No hemos estado observando los miles de tipos agradables que nos ayudan y nos mantienen delgados”, afirma Tim Spector, un epidemiólogo genético en King’s College de Londres, que también contribuyó al estudio.
Este microbioma, como se lo denomina, ha evolucionado junto con los humanos, e incluso pequeñas perturbaciones del mismo se han visto implicadas en muchos problemas de salud, incluyendo obesidad, diabetes, hipertensión, colesterol anormal, gordura, cáncer y aterosclerosis, y acumulación de placa en las arterias.
Este campo está creciendo en parte porque los científicos ahora pueden identificar y contar las bacterias con mayor facilidad, utilizando análisis de genes, en las heces, saliva y otras muestras. Las recopilaciones pueden proporcionar abundante información sobre cuán complejas y diferentes son las comunidades de bacterias humanas.
La incorporación de bacterias en ratones criados para estar virtualmente libres de gérmenes les permitió a los científicos demostrar una relación de causa y efecto.
Se sabe desde hace décadas que las bacterias intestinales influyen en el peso de los animales. Los ganaderos les dan antibióticos al ganado y las aves domésticas desde los años 50 porque los engordan, apunta Martin Blaser, un microbiólogo en la Universidad de Nueva York. Sus estudios han demostrado que darles una dosis baja de penicilina a los ratones durante solo cuatro semanas en las etapas iniciales de su vida los hace obesos al crecer, incluso cuando su bacteria intestinal parecía normal.
La proliferación de antibióticos, jabones antibacterianos y otros productos no solo está creando algunas cepas resistentes, sino que está decimando la población de bacterias con la que los seres humanos han evolucionado, escribe Blaser en su nuevo libro “Missing Microbes”.
Le preocupa en particular que un tipo de bacterias que ayuda a regular el apetito esté desapareciendo de los aparatos digestivos humanos. La Helicobacter pylori es conocida por causar ulceras pépticas, pero los estudios señalan que también ayuda a regular la ghrelina, la hormona que aumenta el apetito. Ante la ausencia de H. pylori que frena la ghrelina, los humanos podrían no recibir las señales naturales que les indican que dejen de comer.
Sin embargo solo alrededor de 6% de los niños de EE.UU. tienen esta bacteria en cantidades medibles.
Otros estudios han demostrado que al menos en los ratones la sola modificación de las bacterias intestinales puede cambiar el peso corporal, independientemente de los niveles de dieta y ejercicio. En un estudio publicado en Science el año pasado, investigadores de la Universidad de Washington en St. Louis cosecharon bacterias intestinales de cuatro pares de gemelos en los que uno era delgado y el otro obeso, y las trasplantaron a ratones que fueron criados sin gérmenes. En cuestión de semanas, los ratones que recibieron las bacterias de los donantes obesos se volvieron obesos, mientras que los que recibieron las de los donantes delgados se mantuvieron delgados, a pesar de comer la misma dieta con poco contenido de grasa.
El estudio de Cornell es uno de los primeros en mostrar que la genética tiene un papel en las bacterias que regulan el aumento de peso.
Los investigadores analizaron muestras de heces de cerca de 1.000 personas de entre 23 y 86 años, incluyendo 416 pares de mellizos. Los niveles de las bacterias Christensenellaceae eran más similares en los pares de gemelos que en los de mellizos, lo que indica que la genética tiene una gran influencia. Christensenellaceae era más abundante en los gemelos delgados que en los gemelos obesos.
Los investigadores trasplantaron las bacterias a ratones sin gérmenes, que pesaron mucho menos que los ratones que no recibieron el tratamiento después de 21 días.
Sin embargo, algún día podría ser posible que el clan de los Christensenellaceae lo adopte. Ratones que recibieron trasplantes de esas bacterias subieron menos de peso que ratones sin tratamiento que se alimentaron con la misma dieta. El estudio fue publicado en la revista académica Cell este mes.
Hubo una explosión de investigaciones sobre cómo las bacterias impactan en la salud humana, y el peso corporal es una de las áreas más intrigantes. Se especula de manera creciente que las tasas en alza de obesidad podrían ser en parte causadas por el mayor uso de antibióticos, que podrían estar eliminando bacterias que ayudan a los humanos a convertir alimentos en energía de manera eficiente.
Los bebés nacen sin bacterias y con el tiempo se convierten en huéspedes de aproximadamente 100 billones de estos microrganismos. Las bacterias revisten cada centímetro de la piel, la boca, la nariz, las orejas, los genitales y en especial el intestino. No solo digieren los alimentos y ayudan a combatir a invasores, sino que también producen vitaminas y químicos que ayudan a regular el sistema inmunológico, el metabolismo, e incluso el estado anímico.
“Antes, las principales bacterias que veíamos eran malas, las que te pueden matar. No hemos estado observando los miles de tipos agradables que nos ayudan y nos mantienen delgados”, afirma Tim Spector, un epidemiólogo genético en King’s College de Londres, que también contribuyó al estudio.
Este microbioma, como se lo denomina, ha evolucionado junto con los humanos, e incluso pequeñas perturbaciones del mismo se han visto implicadas en muchos problemas de salud, incluyendo obesidad, diabetes, hipertensión, colesterol anormal, gordura, cáncer y aterosclerosis, y acumulación de placa en las arterias.
Este campo está creciendo en parte porque los científicos ahora pueden identificar y contar las bacterias con mayor facilidad, utilizando análisis de genes, en las heces, saliva y otras muestras. Las recopilaciones pueden proporcionar abundante información sobre cuán complejas y diferentes son las comunidades de bacterias humanas.
La incorporación de bacterias en ratones criados para estar virtualmente libres de gérmenes les permitió a los científicos demostrar una relación de causa y efecto.
Se sabe desde hace décadas que las bacterias intestinales influyen en el peso de los animales. Los ganaderos les dan antibióticos al ganado y las aves domésticas desde los años 50 porque los engordan, apunta Martin Blaser, un microbiólogo en la Universidad de Nueva York. Sus estudios han demostrado que darles una dosis baja de penicilina a los ratones durante solo cuatro semanas en las etapas iniciales de su vida los hace obesos al crecer, incluso cuando su bacteria intestinal parecía normal.
La proliferación de antibióticos, jabones antibacterianos y otros productos no solo está creando algunas cepas resistentes, sino que está decimando la población de bacterias con la que los seres humanos han evolucionado, escribe Blaser en su nuevo libro “Missing Microbes”.
Le preocupa en particular que un tipo de bacterias que ayuda a regular el apetito esté desapareciendo de los aparatos digestivos humanos. La Helicobacter pylori es conocida por causar ulceras pépticas, pero los estudios señalan que también ayuda a regular la ghrelina, la hormona que aumenta el apetito. Ante la ausencia de H. pylori que frena la ghrelina, los humanos podrían no recibir las señales naturales que les indican que dejen de comer.
Sin embargo solo alrededor de 6% de los niños de EE.UU. tienen esta bacteria en cantidades medibles.
Otros estudios han demostrado que al menos en los ratones la sola modificación de las bacterias intestinales puede cambiar el peso corporal, independientemente de los niveles de dieta y ejercicio. En un estudio publicado en Science el año pasado, investigadores de la Universidad de Washington en St. Louis cosecharon bacterias intestinales de cuatro pares de gemelos en los que uno era delgado y el otro obeso, y las trasplantaron a ratones que fueron criados sin gérmenes. En cuestión de semanas, los ratones que recibieron las bacterias de los donantes obesos se volvieron obesos, mientras que los que recibieron las de los donantes delgados se mantuvieron delgados, a pesar de comer la misma dieta con poco contenido de grasa.
El estudio de Cornell es uno de los primeros en mostrar que la genética tiene un papel en las bacterias que regulan el aumento de peso.
Los investigadores analizaron muestras de heces de cerca de 1.000 personas de entre 23 y 86 años, incluyendo 416 pares de mellizos. Los niveles de las bacterias Christensenellaceae eran más similares en los pares de gemelos que en los de mellizos, lo que indica que la genética tiene una gran influencia. Christensenellaceae era más abundante en los gemelos delgados que en los gemelos obesos.
Los investigadores trasplantaron las bacterias a ratones sin gérmenes, que pesaron mucho menos que los ratones que no recibieron el tratamiento después de 21 días.
Fuente: http://lat.wsj.com/articles/SB10342371878097083493604580367452536703116
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