Durante gran parte del siglo XX (sobre todo entre las décadas de 1950 y 1980), la amigdalectomía —la extirpación de las amígdalas— era un procedimiento muy común, especialmente en niños. Hoy, sin embargo, se realiza con mucha más prudencia.
La razón de este cambio está en una mejor comprensión del papel inmunológico de las amígdalas y en una evaluación más crítica de los riesgos y beneficios del procedimiento.
1. Nuevo entendimiento del papel de las amígdalas
Las amígdalas (palatinas) forman parte del sistema inmunitario, especialmente importante en la infancia.
Actúan como una primera barrera defensiva frente a microorganismos que entran por la boca o la nariz, ayudando a:
Antes se pensaba que eran órganos sin función, pero hoy se sabe que tienen un rol clave en la maduración inmunológica, sobre todo en los primeros años de vida.
2. Exceso de cirugías sin necesidad médica real
Durante décadas se extirpaban amígdalas por:
Con el tiempo, los estudios mostraron que muchos de esos casos podían resolverse con tratamiento médico o simplemente mejorar con el crecimiento, sin necesidad de cirugía.
Además, muchas infecciones se debían a virus, no bacterias, por lo que quitar las amígdalas no resolvía el problema.
3. Riesgos de la cirugía
Aunque hoy es un procedimiento seguro, la amigdalectomía no está exenta de riesgos, como:
Al compararse los riesgos con los beneficios, en muchos casos no justificaba operarse.
4. Nuevos criterios médicos más estrictos
Actualmente, solo se recomienda extirpar las amígdalas en casos bien definidos, por ejemplo:
En resumen
Antes:
“Dolor de garganta recurrente = sacar amígdalas.”
Ahora:
“Solo si hay infecciones graves, persistentes o complicaciones.”

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