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jueves, 7 de julio de 2016

El Peligro de las Vacunas

Por Dr. Jaime Scolnik
Médico argentino de la Universidad de Córdoba.

La medicina alopática u oficial se ha embarcado en una carrera vacunista cada vez más alocada.
Ya no se conforma con la vacuna antivariólica, que se aplica en el mundo desde 1796, sino que pretende "salvar" a la humanidad de muchas otras enfermedades, tales como la difteria, fiebre tifoidea, tuberculosis, gripe, tétanos, tos ferina, etc., etc, siempre por medio de vacunas.
Con estas últimas se pretende formar en la sangre del vacunado anticuerpos o antitoxinas específicos, es decir, substancias capaces de destruir los microbios o anular la acción de sus venenos o toxinas.
Felizmente, en la mayoría de los casos fracasa la acción de las vacunas, y el individuo contrae la enfermedad cuando llega el momento oportuno, produciéndose así la depuración o limpieza orgánica de la cual ya hemos hablado.
Cuando, para mayor desgracia del paciente, la vacuna produce su efecto, y la enfermedad infecciosa no puede declararse, se produce una serie de peligrosos trastornos fisiológicos debidos a la presencia en el organismo de las substancias morbosas acumuladas, que no pueden ser eliminadas ni destruidas.
La naturaleza, entonces, al no encontrar la válvula de escape necesaria, efectúa un peligroso rodeo: frustrado el proceso agudo o febril, el único capaz de quemar o incinerar los desechos orgánicos, se inicia un proceso lento, tórpido, de descomposición orgánica, que acarrea las más tristes consecuencias. Algunos aspectos de ese proceso ya tienen la corroboración del laboratorio. Así, el doctor Laskownicki ha comprobado que, después de la vacunación antipara tífica por ejemplo, la cantidad de colesterina de la sangre aumenta proporcionalmente al poder aglutinante del suero; sabiéndose ya, por otra parte, el papel decisivo que juega la colesterina en las génesis del cáncer. Así se explica la disminución de las enfermedades agudas y el fantástico aumento de las enfermedades crónicas y degenerativas: cáncer, diabetes, enfermedades del corazón y de las arterias, nefrosis enfermedades mentales y de la nutrición, etc., etc.
Las autoridades sanitarias, siempre las últimas en enterarse de los magnos problemas que les atañen, se limitan a expresar su asombro ante el cambio habido; la trasmutación de la enfermedad aguda en crónica. No intentan siquiera explicar el fenómeno ni sus posibles causas. ¿Para qué? Parece que eso no les compete...
Mientras tanto, la sociedad se ve cada vez más agobiada bajo el peso de los enfermos crónicos, que aumentan diariamente, y que constituyen un pesado lastre económico, biológico y social.
Muchos de ellos, en su irresponsabilidad, continúan reproduciéndose, engendrando hijos tarados física y moralmente, con lo cual contribuyen a aumentar aún más la degeneración de la especie humana.
Como se ve, demasiado alto es el precio que paga la humanidad a cambio de los ilusorios beneficios que espera de las vacunas. Pues dichas enfermedades crónicas y degenerativas matan cada año muchos más enfermos que los que podrían matar en un siglo todas las enfermedades infecciosas juntas.
Está demostrado que los pueblos salvajes, que viven lejos de la civilización y sus males (entre los cuales la vacuna, desconocen en absoluto el cáncer, la diabetes y demás enfermedades crónicas y degenerativas.
Grave como es el peligro representado por la vacuna en el orden físico, no termina ahí. Encierra aún otro peligro, pero de orden moral: deja subsistir en el pueblo la creencia errónea de que el sistema de vida que se lleva, es indiferente y ajeno al problema de la enfermedad. Según tal idea, cada uno puede vivir como se le antoje: alimentándose irracionalmente, distribuyendo mal el tiempo para el trabajo y el reposo, haciéndose esclavo de todos los vicios (alcohol, tabaco, alcaloides, juego, etc . ), etc., etc. La vacuna salvadora vendrá a absolverlos de esos pecados, echará un manto piadoso sobre todos los desvíos y errores, y los protegerá de la enfermedad. Y todas esas gangas sin hacer ningún esfuerzo ni sacrificio, bastando recibir un simple pinchazo. ¡Qué maravilla!
Si es disculpable tamaño error en el público ignorante, no lo es en cambio en las clases ilustradas y cultas, que deberían demostrar mayor interés en el problema de la salud pública. ¿Qué decir entonces de los gobiernos y de la clase médica, cuya misión específica debería consistir en destruir esa ignorancia y señalarle al pueblo el recto camino? Pero ya revelaremos cuáles son las "poderosas causas" que les impiden proceder como es debido. Ya pondremos el dedo en la llaga...

La Vacuna Antivariolica


Antes del descubrimiento de Jenner, se practicaba la variolización, es decir, la inoculación con el virus de la viruela no modificado, con el fin de preservarse de esta enfermedad.
En 1776 Jenner observó que las personas atacadas accidentalmente de vacuna (enfermedad de las vacas o cow-pox) por contacto con los animales por razón de su profesión, eran refractarias a la viruela. Esa observación le indujo a tentar la trasmisión de dicha enfermedad, llamada vacuna, con fines profilácticos, tomando pus de las manos enfermas de los ordeñadores e inoculándolo a personas sanas. En 1796 publicó las conclusiones a que había llegado.
Tal descubrimiento produjo gran revuelo y numerosos investigadores trataron de averiguar por su cuenta la verdad de los hechos, llegando a resultados diversos y contradictorios. Se suscitaron discusiones y polémicas, en que fueron severamente impugnadas las conclusiones de Jenner. Se publicaron numerosos casos en que la vacuna había fracasado y otros en que ésta había acarreado complicaciones graves, incluso la muerte. Especial resonancia tuvo la muerte del hijo mayor de Jenner, quien falleció a consecuencia de una tuberculosis despertada por la vacuna que le inoculara su propio padre; razón que quizá indujo a este último a no vacunar a su segundo hijo, contentándose con aplicarle el antiguo procedimiento de la variolización.
Pero la suerte de la vacuna ya estaba echada. Los círculos médicos comprendieron perfectamente que el descubrimiento de Jenner les proporcionaba un arma poderosa de dominio, y no estaban dispuestos a dejársela arrebatar. Transformaron el asunto de la vacuna en un dogma científico, un artículo de fe, en el cual es forzoso creer, y que no es permitido discutir ni negar.
Desde entonces, hace ya más de un siglo y medio, la vacuna se aplica cada vez en mayor escala, con carácter obligatorio, en casi todos los países del mundo.
Aunque exponiéndose a ser excomulgados por la Inquisición Médica, los médicos conscientes, que felizmente siempre los ha habido, en ningún momento dejaron de denunciar los fracasos y peligros de la vacuna. Sería interminable dar una lista de tales comunicaciones científicas; pero no quiero dejar de mencionar al doctor Verdé-Delisle, quien, pocos lustros después del descubrimiento de Jenner, reunió sus observaciones en un interesante libro que tituló: "De la degeneración física y moral de la especie humana ocasionada por la vacuna". Especial interés tienen también las publicaciones hechas contra la vacuna por el eminente hombre de ciencia Alfredo Russel Wallace.
Las razones por las cuales es impugnada la vacuna antivariólica pueden resumirse en tres:

  1. Que no es eficaz, es decir, no asegura la inmunidad o protección;
  2. que no es inofensiva;
  3. que no es necesaria.

La vacuna antivariólica no es eficaz.- Cuando se descubrió la vacuna, se afirmaba que su inmunidad tenía una duración ilimitada. Después se dijo que eran necesarias 2 vacunas para toda la vida. Después que 1 cada 14 años; más adelante, se disminuyó el período a 7 años y después a S. En la actualidad se considera comúnmente que la revacunación debe hacerse cada año y así se practica en las escuelas, colegios, etc. Lo cual no obsta para que, si surge alguna alarma de epidemia a los pocos meses o semanas de una revacunación, se obligue a esas mismas personas a dejarse inocular nuevamente el virus vaccíneo.
Esas continuas rectificaciones son la demostración más elocuente de los fracasos ininterrumpidos de la vacuna, que obligaron a los señores vacunistas a acortar cada vez más el período de la supuesta inmunidad. Al mismo tiempo, ponen en evidencia el suelo movedizo de titubeos y vacilaciones en que asienta el dogma de la vacuna.
Y no es de extrañar que así sea, pues este dogma, que nació de una simple observación empírica (los atacados de vacuna o cow-pox son refractarios a la viruela), fue impuesto al mundo antes de haber tenido una amplia confirmación de la experiencia. Por otra parte, aún hoy se desconoce el germen específico que produce la viruela y la vacuna, como se ignora igualmente qué relación existe entre estas dos enfermedades. Hasta ahora, se han emitido las teorías más diversas, unas más seductoras que otras, pero teorías al fin, sobre esos temas candentes y fundamentales. Pero nada se ha demostrado en concreto.
Nada más que con eso estaría demostrada la falacia de la vacuna antivariólica, viciada de insanable nulidad desde sus orígenes, lo cual no le ha impedido subsistir hasta hoy, el siglo de las luces, que alardea de racionalista y científico.

Sería casi superfluo tratar de demostrar la ineficacia de la vacuna antivariólica, cuando los mismos textos de estudió de la Facultad de Medicina reconocen que los vacunados y revacunados pueden adquirir la viruela; y, más aún, dicen que esta enfermedad da una mortalidad de 8 al 10 por 100 en los vacunados y del 3.5 al 8 por 100 en los revacunados.
Las enfermedades infecciosas en general y la viruela en particular, tienden a declinar desde hace mucho tiempo, aún antes del descubrimiento de la vacuna, en casi todos los países del mundo, por el mejoramiento de sus condiciones higiénico-sanitarias, según explicamos anteriormente. Circunstancia que ha sido hábilmente í explotada por los vacunistas, para atribuir a la vacuna un mérito que no posee. Por la misma razón ya expuesta, han declinado, hasta casi desaparecer, enfermedades mucho más graves que la viruela, como la peste, el cólera y la fiebre amarilla, contra las cuales no existe aún ninguna vacunación obligatoria .
Sabedores de su fracaso, los vacunistas han ocultado y ocultan aún hoy celosamente los hechos desfavorables a las vacunas, para que ésta mantenga un aparente prestigio ante la opinión pública. A pesar de lo cual se sabe que los países donde más se vacuna, son los que presentan mayor número de casos de viruela; y dentro de un mismo país, las provincias o regiones donde más se vacuna y revacuna, son las más intensamente atacadas por esa misma enfermedad.
Razones de espacio nos impiden publicar aquí estadísticas de diversos países, que así 1o demuestran.

2°) La vacuna antivarióhca no es inofensiva.- Ya
hemos citado el caso del propio hijo de Jenner, que falleció a consecuencia de una tuberculosis despertada por la vacuna. Fue quizá la primera víctima inmolada en aras del dogma jenneriano.
Está demostrado que la vacuna antivariólica disminuye la resistencia orgánica, facilitando especialmente la diseminación de la tuberculosis. Vacunación y tuberculización pueden considerarse términos correlativos, habiéndose establecido que, después de las grandes campañas de vacunación antivariólica, aumenta notablemente el número de tuberculosos.
El modo de obtención de la vacuna es poco seguro en cuanto a limpieza, no siendo raro encontrar en la misma numerosos microbios asociados, que producen en la persona vacunada infecciones de diversa gravedad: impétigo, ectima, dermitis, abscesos, flemones, erisipela, gangrena y hasta septicemia, que no pocas veces le cuestan la vida.
Epidemias de encefalitis consecutivas a la vacunación antivariólica han sido comprobadas en varios países del mundo. Centenares de casos ya se han producido, con una mortalidad superior al 50%, lo que ha movido a algunos gobiernos a suspender la aplicación obligatoria de la vacuna.

El Gobierno de los Estados Unidos, en el "Public Health Report", publicado el 20 de marzo de 1925, llama la atención hacia "los frecuentes casos fatales de tétanos después de una vacunación".
Muchas otras enfermedades pueden ser producidas por la vacuna, sin nombrar aquéllas de aparición tardía, que generalmente se suelen atribuir a cualquier otra causa.
En Inglaterra, donde los médicos imparciales denuncian severamente las muertes a consecuencia de la vacuna, se ha comprobado que "mientras murieron los niños, en 24 años, a consecuencia de la viruela, murieron 265, en el mismo período, a consecuencia de la vacunación". Esta noticia es publicada domo permanente en la revista "Vaccination Inquirer", de Londres.
En 1927, Lord Dysord instituyó un premio de mil libras esterlinas a la persona que pudiera demostrar:

1°) que la vacunación protege contra la viruela;
2°) que ningún otro remedio protege contra la viruela;
3°) que la vacunación es inofensiva.

A pesar del tiempo transcurrido, nadie se presentó hasta ahora a reclamar el premio. Ese solo hecho demuestra en forma harto elocuente la falsedad del dogma vacúnico que el mundo está soportando hace ya más de un siglo y medio.
Hay numerosas enfermedades que contraindican la vacunación antivariólica; es decir, que los que las padecen no pueden ni deben ser vacunados, pues corren peligro de una complicación o agravamiento. Para diagnosticar esos casos, habría que someter a la población a un prolijo examen médico, con auxilio del laboratorio y rayos X, antes de ordenar la vacunación.
Pero eso, que a conciencia habría que hacer, no se realiza; y ya sabemos que los seres humanos son llevados a la vacunación como se llevan los animales al matadero, sin consideración ni discriminación de ninguna especie. Así, no son de extrañar los agravamientos y complicaciones que suelen presentar esas pobres víctimas, y que los vacunistas tratan de ocultar en toda forma, siguiendo así la deshonesta política de disimulo y silencio con que siempre han pretendido echar un velo sobre los fracasos y peligros
de la vacuna .

3°) La vacuna antivariólica no es necesaria.- Está comprobado que los pueblos que viven en excelentes condiciones higiénicas no son víctimas de la viruela, aunque no estén vacunados. Esa es la inmunidad o protección natural, de que hablábamos antes. En cambio, los que viven en condiciones higiénicas deficientes, son diezmados por la viruela aunque estén vacunados y revacunados.
Esa es la mejor demostración de que la vacuna antivariólica es innecesaria, además de ineficaz y peligrosa.

Vacunación en Acción - Casos Reales


WILLI LUTTERLOH

Hanover, de 13 años de edad vacunado el 21 de setiembre de 1908 y muerto el 18 de octubre de 1908. Aunque las publicaciones que hasta ahora se han hecho son las relacionadas con el Reino Unido nos vemos compelidos a publicar este caso consternante (del niño alemán) para mostrar como un ejemplo negativo al paraíso de los pro-vacunistas germanos. Alemania mantiene invariable suposición en seguir adelante en lo que se refiere a la vacunación pero muchos artículos publicados muestran los horrores de la vacunación. De uno de ellos nos permitimos publicar la foto de antes y después de la vacunación del infortunado pequeño.

El señor Prívate Frank Robinson envió a la Liga : antivacunista un recorte del certificado de defunción del 11 de abril de 1944 relacionado con la muerte de su hija Lesley Robinson como resultado de la vacunación (toxemia generalizada secundaria a vacunación antivarió1ica).

El señor Private Robinson escribió. No puedo encontrar palabras para expresar mi actitud con respecto a la vacunación. Quizá la muerte de mi única hija puede prevenir a otros padres que cometen el error que cometí. Si el recorte puede servir de ejemplo, úselo de todos modos.
Después manifestó que eran sanos y que su niña iba desarrollándose perfectamente llena de vida Y mostrando a todos una amplia sonrisa. Su esposa estuvo a favor de la vacunación y él la dejó a ella decidir. Después de la vacuna la niña presentó una erupción en su cara, 2 semanas después había cubierto la misma toda la cara y el cuerpo. Se le internó en el Hospital luego muere tres semanas después, se redujo a1 tamaño de una muñeca y aún antes de morir sonreía.
Fuente: “EL alimento integral y   crudo como Medicina”, Dr. Carlos Casanova L., Lima, Perú, 1975