Oh, hijo Mío, estoy guardando lo mejor de Mí
para entregarte cuando estés aquí, en mi Reino.
Toda ternura y todo Mi Amor
lo estoy guardando para ti.
Y con cada beso que te voy a dar
vas a saber que Yo te quiero aún mas,
y en cada beso, ¡Yo voy a sentir
que junto a Mí siempre estarás tú!
¡Que eterno ha sido siempre nuestro amor,
pero tu decisión te alejó de Mí,
y ahora, que está más cerca el día en el que regresarás,
pienso en todo el Amor te voy a dar!
Y ahora que estás aquí, Yo sueño
para entregarte lo mejor de Mí
y cuando te tenga junto a Mí
no sabré lo que voy a decir.
https://youtu.be/v6MhCnZ8Rv4?si=w6mmSNnz7EKDBr2v
Cuando el hijo pródigo regresó, sabía lo que habría de decir pero el Padre no.
¿Será porque el Padre tenía el corazón en la mano y por eso no pudo decir palabra alguna?, ¿quizás incapaz de hablar por la alegría infinita y las lágrimas de la misericordia que lo conmovió en lo más profundo?
Vemos al Padre que corriendo solo atinó a echarse sobre el cuello de su hijo a quien le llenó de besos con ardor del Amor porque estaba muerto y había vuelto a la vida.
En Lucas Jesús relata:
«Y cuando (el hijo pródigo) aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó». Lucas 15:20
Mientras que el hijo sí dijo:
«¡Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo!». Lucas 15:21
Eso fue un prodigio. Imagínate, el ángel caído ¿volviendo a casa?
Y no es la primera vez que el Padre llora y se queda sin palabras, aquí un ejemplo tomado de la vida real:
«Y entonces cuando Jesús, al ver a María llorando junto a los judíos que la acompañaban y también lloraban, se estremeció en Espíritu, se conmovió profundamente y lloró sin poder decir nada». Juan 11:33
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