Un padre dijo a sus muchos hijos:
—Al que toma su sopa lo llevaré al parque.
Todos los niños tomaron su sopa menos uno, sin embargo el padre se los llevó a todos al parque.
Al día siguiente, el padre dijo lo mismo, pero esta vez solo la mitad de los hijos tomaron su sopa. El padre asombrado preguntó a los que no tomaron la sopa:
—¿Qué pasó, ayer tomaron y hoy no?
—Es que tu palabra no vale nada, pues dijiste que solo llevarías a los que toman su sopa, pero mentiste, llevaste también al que no lo hizo, así que pensamos que hoy también nos llevarás de nuevo al parque a pesar de todo.
Fin de la historia.
El Señor mismo prometió:
—«¡Pidan a Dios, y Él les dará!»
Si el Señor diera también a aquellos que no piden, ¿tendría el mismo problema que el padre de la historia anterior? Creo que está claro que no ya que el Señor es fiel a sus Palabras. Esto quiere decir que Su Palabra implica también:
«Aquél que no pida, no recibirá».
—¡No, estás mal!, —protesta un crítico— ¿Acaso no sabes que Dios es bueno y misericordioso?, así que Él dará de todas maneras así no pidas.
—Pero Su Palabra, ¿cómo quedaría?
—No lo sé, pero ahora, otra cosa: ¡solo Dios sabe muy bien lo que necesitas, nosotros no sabemos, así que no pedimos nada!
—Justamente antes de pedir tienes que conocer lo que necesitas, por eso a través del pedido puedes ir conociendo los caminos del Señor que es lo que Dios quiere de Sus Hijos. Al principio puedes pedir por riquezas materiales, pero con el tiempo te darás cuenta que es mejor pedir por riquezas espirituales.
1 comentario:
Muy bueno el mensaje. Gracias.
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