Por Gustavo Gorriti.-
Pocos días después de la publicación en IDL-R, el 20 de enero, de la nota “El Rompeolas”, Francisco Sagasti envió, a través de un amigo común, el siguiente mensaje:
Como se ve, el mensaje fue un avinagrado pañuelazo verbal.
Vino acompañado con el link a la sección de preguntas frecuentes, en castellano, de la FDA (la Food and Drug Administration de Estados Unidos). Con preguntas sobre la “ivermectina prevista para animales”.
Lean el link, vale la pena. Está escrito como si el autor se dirigiera a aquella clientela prevista de la ivermectina que se expresa con ladridos, relinchos, rebuznos, el ocasional cacareo y el más frecuente balido.
Para Sagasti, sin embargo, se trata del argumento riguroso, “científico y empírico”, que fulmina a aquellos supuestos veterinarios igualados, médicos innombrables y fallidos imitadores de Trump que promueven y defienden el uso de tratamientos tempranos con medicinas como la ivermectina, para enfrentar la catástrofe del Covid-19.
No está solo. La campaña contra el uso de la ivermectina ha adquirido las dimensiones histéricas e irracionales de una suerte de extirpación de idolatrías, con la nueva inquisición camuflada tras el mandil blanco de la ciencia.
Proponer la ivermectina se presenta como algo que fluctúa, de acuerdo con el bagaje conceptual del vituperador, entre el delito y el pecado. ¿Por qué delito, por qué pecado? Ahí sí que no hay claridad, porque las acusaciones tienen una imprecisión directamente proporcional con la histeria y porque buena parte de la información descalificadora que se blande es vaga, inexacta o falsa.
El denominador común en los argumentos es que “la ciencia” no valida su uso. “La ciencia” entendida en los hechos como una teología que dispensa verdades y abate herejías. Cuando el expresidente Martín Vizcarra reclamó que se hubiera quitado la ivermectina de los kits médicos del Plan Tayta, el jefe del partido Morado, Julio Guzmán, se burló desdeñosamente de él, porque “no cree en la ciencia”.
Si la ciencia termina siendo una cuestión de fe y no de evidencia en perpetua exploración, no sorprende que se intente presentar a quienes promueven la ivermectina para el tratamiento temprano del Covid-19, como una suerte de albigenses de la medicina a quienes hay que quemar con argumentos del más estridente fariseísmo.
Esto tendría lo suyo de pintoresco y hasta ridículo si no aconteciera dentro del escenario de las calamitosas tragedias de la peste. El hecho es que esas chillonas ofensivas ocurren mientras miles de personas agonizan en el corredor de matadero que es la salud pública en colapso, en ruta a los puntos de triaje que, conforme aumentan los casos graves, administra cada vez menos la probabilidad de vida y cada vez más la certeza de muerte.
El precio de esperar
El tiempo que media entre el contagio, la inflamación desbocada y el epílogo de UCI o mortuorio es de pocas semanas. La cura, la solución estratégica, será la vacunación o vacunaciones masivas. Pero antes de lograrlo, aún en el mejor escenario, pasarán varios meses. La vacuna llegará por partes, se administrará por etapas, deberá distribuirse y aplicarse –con significativos desafíos logísticos– en casi todo el territorio nacional. El proceso será largo y aún después de tener vacunada a una parte importante de la población, los contagios podrán mantenerse altos, agresivos y peligrosos, como sucede hoy en Israel, el país que más ha avanzado en la vacunación masiva de sus habitantes.
Antes que el Perú pueda alcanzar la situación que hoy vive Israel, pasarán varios meses. ¿Y mientras tanto qué ofrece la medicina oficial a la gente? Les pide evitar los contagios, como se sabe, con mascarillas, distancia, lavado frecuente de manos. Eso está bien. Pero no el complemento de prevenir el contagio a través de cuarentenas, restricciones, cierres y confinamientos, donde se contraponen dos males: el del Covid-19 frente a la quiebra, la miseria, el hambre.
La peste sin control lleva a desenlaces de espanto, donde pierden todos. La economía se arruina, la democracia entra al triaje, la civilización se resquebraja y la gente sigue muriendo. No es inevitable, tampoco imposible.
Pero ahora, cuando la gente se contagia, cuando se enferma, cuando se agrava, ¿qué se hace?
En esos meses en los que el país quizá transite, incluida la escala intermedia de las elecciones, por el valle de la muerte, ¿qué le ofrece esa medicina oficial a los millones que no podrán dejar de arriesgar los contagios y que terminen hospedando al virus en intensa reproducción dentro de su organismo?
¿Paracetamol?
¿Con eso se va a proteger a la gente, a las decenas de miles de personas a punto de entrar al infierno?
Es lo que sugirió Sagasti hace unas semanas cuando dijo que debía sacarse la ivermectina de los kits médicos que distribuía el Plan Tayta hasta la vacancia de Vizcarra.
Como ciego en tiroteo
Sagasti no camina solo en el ámbito fariseo del supuesto rigor científico, que no solo no soluciona el sufrimiento inmediato sino se esfuerza en impedir las iniciativas pragmáticas que intentan lograrlo. Lo más patente y escandaloso es la oposición encarnizada al uso terapéutico de la ivermectina, que ofrece la posibilidad real y ya probada, sin mayor riesgo, de salvar vidas, sobre todo si se utiliza temprano en el tratamiento del Covid-19.
Sagasti es presidente de la República durante unos pocos pero decisivos meses y lo que decida o deje de decidir afectará, en forma literalmente existencial, a millones. ¿Por qué insiste, con pujos pedantes añadidos, en impedir el uso de la ivermectina como tratamiento temprano?
Se supone que Sagasti es un intelectual devenido político que debiera tener una cierta ventaja comparativa de cultura propia y entrenamiento cognitivo aplicable al arte de gobernar. Se suponía que incluso detrás de su concienzudo papel de Pancho Pañuelo, el político apaciguador y zalamero con los congresistas que lo eligieron luego que abortara su aventura usurpadora en noviembre, había –escondida pero real– una inteligencia en acción que eventualmente saldría a luz.
Algunas cosas se han dejado ver, pero nada que se parezca a inteligencia en acción o en contemplación.
Por sus propias palabras, sabemos que Sagasti se opone a usar la ivermectina contra el Covid-19 porque, según él, es una cura “sin sustento científico y empírico riguroso”.
Está no solo equivocado sino tan perdido como ciego en tiroteo. Igual que otros inquisidores cuya pedantería y estupidez es uno de los principales obstáculos para disminuir la tragedia que enfrenta el país ahora.
¿Uso un lenguaje demasiado agresivo? En realidad, no. Sucede que está muriendo mucha gente que pudo ser salvada; y morirá mucha más que puede salvarse si no se toman las medidas prácticas, seguras, oportunas que puedan controlar la peste en pocas semanas a través de terapias de profilaxis y curación con, sobre todo, la ivermectina.
¿Que no hay estudios, pruebas, evidencia? Veamos lo que hay y no hay.
“El paso fundamental” de la ivermectina
El 19 de enero, el Financial Times publicó una nota de su periodista especializado en la cobertura de la gran industria farmacéutica y médica, las instituciones internacionales de salud y ahora, por supuesto, del Covid-19. Su nombre es Donato Paolo Mancini y sus publicaciones casi diarias sobre el tema, son informadas y competentes.
El título de su nota el 19 de enero fue: “Un barato anti-parásito podría bajar hasta un 75% la posibilidad de muertes por el Covid-19” [Cheap antiparasitic could cut chance of Covid-19 deaths by up to 75%].
La nota, directa y al punto, precisaba el tema en sus primeros párrafos que aquí traduzco al guerrazo.
“Una droga anti-parásito, barata y fuera de patente, ha demostrado tener un significativo efecto en reducir la mortalidad en pacientes con Covid-19 severo o moderado.
Los investigadores han saludado los hallazgos preliminares como un paso fundamental [“a pivotal step”] hacia la ampliación del arsenal de medicinas para combatir la enfermedad.
Andrew Hill, de la universidad de Liverpool, y otros, llevaron a cabo un desglose meta-analítico de 18 estudios que encontraron una asociación de la ivermectina con reducción inflamatoria y una más rápida eliminación del Sars-Cov-2, el virus que causa el Covid-19”.
En seis de esos estudios experimentales [in six of these trials] el riesgo de muerte se redujo en 75 por ciento en un subgrupo de pacientes afectados con un moderado a severo Covid-19.
En la nota, Andrew Hill indicó que “el propósito de este reporte es para advertir a la gente que esto [la aprobación de la ivermectina] está llegando. Prepárense, aprovisiónense, alístense para aprobarla. Necesitamos estar listos”.
La ivermectina, dijo Hill, “es una medicina genérica que se usa en todo el mundo. Elaborarla [su principio activo] cuesta 12 centavos. La droga cuesta 3 dólares en India y 960 dólares en Estados Unidos”. Su aplicación, escribió Mancini, podría dificultar la infección en la gente y hacer más difícil que aquellos ya infectados contagien a otros.
“Si la gente que da positivo para el Covid-19 es tratada de inmediato con una droga [la ivermectina] que limpia el virus con rapidez, eso hará que [los contagiados] sean menos infecciosos” dijo Andrew Hill. “Esta estrategia de ‘tratamiento como prevención’ funciona en el caso de HIV y debe ser ensayada con el Covid-19”.
Este es el encabezamiento del estudio que dirigió el Profesor Hill:
En estos días, el doctor Hill presentará a la Organización Mundial de la Salud (OMS), su propio análisis –encargado por esta organización– sobre la eficacia de la ivermectina.
El NIH cambia de opinión
Han sido semanas intensas para él: a comienzos de enero pasado, Hill acompañó a dos eminentes médicos intensivistas estadounidenses, Paul Marik y Pierre Kory, a una reunión con el National Institute of Health (NIH), de Estados Unidos, para exponer la evidencia acumulada sobre la gran utilidad de la ivermectina para combatir el Covid-19. En agosto del año pasado, el NIH había hecho pública una opinión contraria al uso de la ivermectina, excepto en contextos clínicos.
La reunión tuvo lugar el 6 de enero. Ocho días después, el 14, el NIH retiró su posición previa en contra del uso de la ivermectina y la cambió por otra de neutralidad: no pronunciarse ni en contra ni a favor de su uso.
Pese a expresar una cierta decepción al no haber logrado la aprobación total del NIH, luego de presentarles la robusta evidencia acumulada, tanto los doctores Kory y Malik, y otros prestigiosos comentaristas médicos, [ver, por ejemplo, a Christy Risinger], coincidieron con que ello representaba un avance importante, que sería seguido pronto por otros.
En lo que concierne al NIH, el status de la ivermectina es ahora el mismo que tienen terapias como la del plasma de convalecientes o el de anticuerpos monoclonales. La diferencia radica en que sobre la ivermectina hay una cantidad abrumadoramente mayor de estudios que prueban su utilidad y eficacia.
La cenicienta prodigiosa
Humilde, barata, la ivermectina es probablemente una de las medicinas que ha hecho mayor bien a la humanidad y a bajísimo costo. Mucho antes del Covid-19. Pese a ganar un premio Nobel no dejó de ser una cenicienta prodigiosa.
Descubierta en 1975 por los profesores Satoshi Omura y William Campbell, la ivermectina tuvo inicialmente un uso veterinario. En 1987 se la utilizó por primera vez en pacientes humanos en lo que resultó el inicio de dos épicas hazañas de salud pública: la curación de la oncocercosis o “ceguera de los ríos” y de la filariasis linfática o elefantiasis. A través de campañas masivas de distribución gratuita de ivermectina en África y partes de Latinoamérica, decenas de millones de personas pudieron librarse de esas devastadoras enfermedades. Dichos resultados se consideran hoy como uno de los mayores logros de salud pública en el siglo XX.
Se calcula que desde entonces se ha repartido alrededor de 3 mil 700 millones (o 3.7 billones) de dosis de ivermectina. Es una de las medicinas más utilizadas y mejor toleradas, con un mínimo de efectos negativos. La OMS la tiene en su lista de medicinas esenciales.
Omura y Campbell recibieron el premio Nobel de Medicina en 2015 por el inmenso aporte de la ivermectina a la salud mundial.
Sucede que está muriendo mucha gente que pudo ser salvada; y morirá mucha más que puede salvarse si no se toman las medidas prácticas, seguras, oportunas que puedan controlar la peste
Gracias a su masiva aplicación, se fueron encontrando nuevas propiedades a esa cenicienta sorprendente. Desde el 2012 se le descubrieron efectos antivirales contra virus tales como los del dengue, HIV y Zika. En abril de este año, un estudio en Australia determinó su capacidad anti-viral in vitro contra el Covid-19.
Eso fue hace pocos meses. A partir de entonces se inició una historia vertiginosa impulsada por dos motores narrativos enfrentados en una compleja dialéctica. De un lado, la familiaridad con la ivermectina en las naciones en desarrollo, con su versatilidad profiláctica y curativa como anti-parasitaria de amplia gama y contra otros virus, llevó a una serie de estudios y experimentos en naciones tan diferentes como Bangladesh, Arabia Saudita y Argentina. Los resultados, en casi todos los casos, fueron sorprendentemente buenos.
Descubrimiento con fines de lucro
Del otro lado, sobre todo en países desarrollados y en los grupos médicos más vinculados a programas de investigación de alta inversión y complejidad, así como de larga duración, con la expectativa de producir nuevas patentes y precios altos, para sostener y robustecer un proceso basado en el descubrimiento con fines de lucro, la reacción fue diferente.
La resistencia, con visos de alergia, ante la posibilidad de que una medicina plebeya, de esas con ropa vieja y pies polvorientos, – y lo que es peor, casi gratis– se convirtiera en un factor central (o siquiera importante) en la solución de uno de los mayores problemas de salud de la Historia, que ya había convertido a la humanidad entera en un mercado cautivo, fue desde el comienzo evidente.
Discreta, más bien tácita al principio, con descalificaciones moduladas con los sobreentendidos que cautivan a los esnobs y los arribistas, se dejaba saber que eso no era “ciencia” sino superstición o curandería que debería ser ignorada, discriminada y quizá eventualmente reprimida.
Y así, la muy científica, probada y laureada ivermectina, medicina salvadora de cientos de millones de personas, fue pronto difamada como un aceite de culebra veterinario, cuyo uso podría provocar desagradables complicaciones e inesperadas consecuencias. Sus promotores debían ser señalados como estafadores y eventualmente perseguidos en nombre de la “ciencia”.
Si uno compara las facilidades que tuvo, para ser usado en tratamientos, el Remdesivir, de la corporación Gilead frente a las dificultades que padeció la ivermectina, pese a haber esta demostrado una eficacia curativa largamente superior, se puede entender la hostilidad a priori de los establishments, hacia esta medicina. No por ser mala sino por amenazar (¡barata y sin patente!) con ser buena.
Hubo otro hecho que complicó mucho más el escenario: la ultra-derecha, siguiendo a sus paladines: Trump y Bolsonaro sobre todo, apoyó – igual que con la hidroxicloroquina –, el uso de ivermectina integrándolo dentro de sus extravagantes paranoias y enarbolándola junto con los anti-mascarillas, los anti-vacuna hasta el punto de que para una parte no desdeñable de los liberales y pro-demócratas del mundo, la mención de esas medicinas conjuraba plavovianas asociaciones hasta con el Ku Klux Klan.
Era absurdo. Es absurdo. Pero vivimos tiempos letalmente absurdos.
En medio de ello la peste siguió y sigue matando, empobreciendo, devastando.
Los médicos que defienden la ivermectina
Ante ello, en muchas partes de este país y del mundo, médicos de primera línea, bajo la mentoría de veteranos maestros que no olvidaron la razón de curar y aliviar el sufrimiento que los hizo médicos, continuaron dispensando tratamientos y salvando gente (aunque nunca la suficiente) en medio de cada vez más explícitas confrontaciones con sus colegas negacionistas.
El escenario, sin embargo, está cambiando con rapidez gracias al trabajo de un grupo de médicos renombrados en Estados Unidos – junto con Andrew Hill en Inglaterra– que con gran experiencia e infatigable activismo han llevado un real debate científico al Senado de Estados Unidos, al National Institute of Health, a la opinión pública. Una parte central de ese debate es su explicación de porqué la ivermectina debe ser un factor central en la profilaxis y la curación del Covid-19.
Son los médicos que hace pocos meses formaron el FLCCC, siglas del Front Line Covid-19 Critical Care Alliance. Su principal misión es lograr una autorización de emergencia para el uso inmediato de ivermectina. Dicha medicina tiene, afirman, una larga historia de seguridad para el paciente, de manera que no existe peligro en su uso masivo. En cuanto a los grandes estudios aleatorios que los puristas reclaman, el FLCCC sostiene que no hay tiempo para hacerlos cuando las muertes por el Covid-19 exceden los dos millones de personas mientras las vacunas se distribuyen lentamente.
El FLCCC y la evidencia científica sobre la ivermectina
El rostro público más visible del FLCCC es Pierre Kory, ex jefe del Servicio de Cuidados Intensivos y director médico del Centro de Trauma y Cuidados Críticos [Life Support] de la universidad de Wisconsin. Es considerado un pionero en la Ultrasonografía para Cuidados Intensivos y autor de un texto sobre la materia. Es también un pionero en la hipotermia terapéutica para pacientes que han sufrido paro cardíaco y ayudó a crear protocolos de tratamiento hipotérmico en más de 40 hospitales. Junto con Paul Marik, desarrolló un protocolo para tratar el shock séptico mediante dosis altas de ácido ascórbico por vía endovenosa.
En la crisis del Covid-19, Kory dirigió su antigua Unidad de Cuidados Intensivos en New York por varias semanas, antes de viajar a varios puntos críticos para dirigir otras unidades de cuidados intensivos. Hasta el momento es co-autor de cinco trabajos sobre el Covid-19.
Paul Marik es un médico con un rango de especialidades que van desde la medicina interna hasta la anestesiología, cuidados intensivos y medicina tropical, entre otras. Es un tenured Professor of Medicine y Jefe de la división de cuidados intensivos y pulmonares en la Eastern Virginia Medical School, en Norfolk, Virginia. Con una productividad igualmente renacentista, Marik es autor de más de 500 artículos científicos publicados, 80 capítulos de libros y cuatro libros sobre cuidados intensivos. Se lo considera uno de los mejores expertos mundiales en el manejo de sepsis. Es ya autor de diez artículos sobre aspectos terapéuticos del Covid-19.
Joseph Varon, de Houston, Texas, es reputado como uno de los mejores médicos de Estados Unidos y un experto mundial en cuidados críticos, especialmente en resucitación cardiopulmonar e hipotermia terapéutica. Su trabajo en el tratamiento del Covid-19 en 2020 llevó al alcalde de Houston a proclamar “el Día del doctor Varon”.
Umberto Meduri es descrito como “el padre de la ventilación no invasiva” en cuidados intensivos. Su protocolo no solo redujo intubaciones sino la mortalidad en las salas de cuidados intensivos. Meduri ha sido uno de los pioneros en el uso de tratamientos prolongados con glucocorticoides para la neumonía severa y el síndrome de distrés respiratorio agudo. Su trabajo tiene más de 25 mil referencias en publicaciones científicas.
Me he extendido (aunque condensando mucho) en la descripción profesional de los miembros más visibles del FLCCC para que se tenga claro el calibre profesional de esos médicos que pugnan hoy por lograr cuanto antes la autorización de emergencia para el uso de la ivermectina en Estados Unidos. Su enorme prestigio ha influido ya mucho en el debate, pese a la resistencia que enfrentan desde la Big Pharma.
Hasta el más rematado desinformador, empero, encontrará imposible presentarlos como curanderos glorificados o promotores de una cura, de una medicina “sin sustento científico y empírico riguroso”. Ellos son parte importante de aquellos que mantienen y avanzan los estándares del rigor científico.
Estudiosos y prolíficos, han terminado hace poco un artículo de próxima publicación en el que compilan y organizan el conocimiento derivado de los muchos trabajos sobre la ivermectina en la profilaxis, el tratamiento temprano y el hospitalario del Covid-19.
Este es el título y los créditos:
El FLCCC ha elaborado un protocolo para el tratamiento profiláctico y ambulatorio de pacientes Covid-19. Se llama I-Mask+ El nombre indica la importancia que los médicos dan al uso correcto de la mascarilla y el distanciamiento, complemento indispensable al tratamiento con ivermectina.
El protocolo ha sido traducido a varios idiomas, entre ellos el español.
En próximas notas, les haré llegar algunos de los principales trabajos y ensayos sobre la ivermectina, que prueban desde diversos experimentos, observaciones y comparaciones el notable efecto de esta medicina en el combate al Covid-19. También conferencias o entrevistas a Kory o Marik, notablemente informativas y analíticas.
En el Perú, maestros como Oswaldo Castañeda y Roberto Accinelli han dado varias conferencias sobre el tratamiento temprano del Covid-19. Oswaldo Jave ha realizado excelentes análisis sobre aspectos reveladores del mismo tema. Y Ciro Maguiña no solo se curó del Covid-19 gracias a la ivermectina, sino que ha salido a explicar y defender con firmeza el tratamiento, pese al troleo sacha médico.
Una de las mejores y más claras explicaciones que he visto sobre la ivermectina en el tratamiento anti-Covid es la del doctor Gunter Callata Cáceres: “Evidencia científica de la eficacia de la Ivermectina en la prevención y tratamiento del COVID-19”. Originalmente estuvo en YouTube, pero fue censurado por este, que probablemente reaccionó idiotamente ante quejas de los troles médicos acusándolo de propalar falsa información.
El vídeo está ahora en la siguiente dirección electrónica. Recomiendo que lo vean antes que los troles ataquen:
https://www.facebook.com/difusalud/videos/1100207920423711
Lo que Kory, Marik y Varon hacen en Estados Unidos, debe realizarse aquí, solo que con mayor urgencia. El maretazo covidiano ya nos cayó encima y la vacuna está a varios meses de lograr algún efecto.
¿Queremos evitar una mortandad como la del año pasado? Movilicemos en forma multiplicada a los planes Tayta, junto con Essalud y las direcciones regionales y zonales de Salud. Repartamos kits con ivermectina y azitromicina, abramos todas las postas que falta por abrir y llevemos tratamiento a todas las zonas afectadas, a los enfermos y a sus familias. Tenemos la gran experiencia de lo que se hizo el año pasado, luego de todos los errores iniciales. Hay gente experimentada, instituciones diversas que ya han coordinado entre sí y que saben que ahora tienen que aumentar el alcance y la intensidad del año pasado. Consideren aplicar el protocolo I-Mask+ donde sea posible. Háganlo con fuerza y determinación, con una movilización plena de recursos y la plaga será dominada en unas cuantas semanas. Se salvará miles de vidas, se reanudará la recuperación económica, se recobrará la confianza en el sistema democrático y la gente votará con el cerebro y no el hígado en las elecciones, mientras esperamos con tranquilidad que llegue la vacuna.
Porque me imagino que luego de lo explicado no habrá duda ahora sobre la evidencia científica que recomienda el uso de la ivermectina. Y menos duda aún sobre el mínimo riesgo que representa y el gran beneficio que promete.
Publicado el miércoles 03 de febrero, 2021 a las 22:17 | RSS 2.0.
Última actualización el jueves 04 de febrero, 2021 a las 13:16
Fuente: https://www.idl-reporteros.pe/del-panuelazo-a-la-ivermectina-covid/
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