"Liso como músculo liso": una hipótesis sobre el nacimiento de una expresión peruana
En los patios de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde se cruzan siglos de historia con la vitalidad del presente, los muros han escuchado más que discursos doctos: también han sido testigos de risas, ocurrencias, giros lingüísticos que, sin proponérselo, se filtran en el habla popular. En particular, en los corredores de la Facultad de Medicina San Fernando, cuna de generaciones de médicos peruanos, pudo haber nacido —quién sabe— una de las expresiones más curiosas y extendidas del español limeño: “ser liso”.
Hoy, en los barrios de Lima y muchas partes del Perú, decir que un niño es "liso" es llamarlo desobediente, atrevido, malcriado. Es el niño que no hace caso, que responde, que no acata la voluntad del adulto. La palabra es tan común que pocos se preguntan de dónde viene. ¿No es "liso" simplemente algo que no tiene asperezas? ¿Qué tiene que ver eso con el mal comportamiento?
Pero imaginemos por un momento una escena ocurrida hace décadas: un estudiante de medicina, sentado frente a sus apuntes de fisiología, revisa la clasificación de los tipos de músculo del cuerpo humano. Músculo estriado: voluntario, controlado por la conciencia. Músculo liso: involuntario, responde solo a impulsos automáticos. No se puede ordenar a un músculo liso que se detenga o actúe; lo hace por sí mismo, sin consultar.
Entonces, en un instante de asociación lúdica y brillante, el estudiante piensa en su sobrino travieso: ese que no obedece nunca, ni a sus padres ni a sus profesores. Y suelta la frase:
—Ese chibolo es como músculo liso: no hace caso a nadie.
La frase se le queda. La comparte entre compañeros de promoción. Bromean:
—“Tu hermanito es bien liso, ¿no será músculo liso?”
—“Claro, pues. No le hace caso ni a su propio sistema nervioso.”
Y con el paso del tiempo, tal vez esa comparación entre lo incontrolable físicamente y lo desobediente socialmente fue filtrándose desde las aulas a las calles. La palabra "liso", ya presente en el lenguaje, cambió de piel, agarró nuevo sentido.
No sería la primera vez que el lenguaje popular limeño se nutre del mundo académico —mezclando ciencia, ironía y cotidianidad— para crear expresiones nuevas, ricas, llenas de doble fondo.
La frase hace reír a sus compañeros. Se repite. Se extiende. Sale de San Fernando, atraviesa los micros, llega a los parques, a las escuelas, a las calles de Lima. El término "liso", que ya existía en el español estándar para hablar de superficies sin relieve, se reconfigura semánticamente en la jerga limeña: ahora describe a la persona que no se deja controlar, que se desliza fuera de la autoridad.
Y así, lo que empezó como una broma en un aula universitaria, pudo convertirse en una expresión viva de la lengua, nacida del cruce entre el saber académico y el ingenio popular.
Hoy, cada vez que alguien dice “ese niño es bien liso”, tal vez —sin saberlo— repite un eco lejano de aquella analogía entre lo biológico y lo social. Una frase que guarda, en su núcleo, la memoria imaginaria de un estudiante, una clase de anatomía, y una Lima donde el idioma sigue inventándose todos los días.