Por Dr. Jaime Scolnik
Médico argentino de la Universidad de
Córdoba.
La
medicina alopática u oficial se ha embarcado en una carrera
vacunista cada vez más alocada.
Ya
no se conforma con la vacuna antivariólica, que se aplica en el
mundo desde 1796, sino que pretende "salvar" a la humanidad
de muchas otras enfermedades, tales como la difteria, fiebre
tifoidea, tuberculosis, gripe, tétanos, tos ferina, etc., etc,
siempre por medio de vacunas.
Con
estas últimas se pretende formar en la sangre del vacunado
anticuerpos o antitoxinas específicos, es decir, substancias capaces
de destruir los microbios o anular la acción de sus venenos o
toxinas.
Felizmente,
en la mayoría de los casos fracasa la acción de las vacunas, y el
individuo contrae la enfermedad cuando llega el momento oportuno,
produciéndose así la depuración o limpieza orgánica de la cual ya
hemos hablado.
Cuando,
para mayor desgracia del paciente, la vacuna produce su efecto, y la
enfermedad infecciosa no puede declararse, se produce una serie de
peligrosos trastornos fisiológicos debidos a la presencia en el
organismo de las substancias morbosas acumuladas, que no pueden ser
eliminadas ni destruidas.
La
naturaleza, entonces, al no encontrar la válvula de escape
necesaria, efectúa un peligroso rodeo: frustrado el proceso agudo o
febril, el único capaz de quemar o incinerar los desechos orgánicos,
se inicia un proceso lento, tórpido, de descomposición orgánica,
que acarrea las más tristes consecuencias. Algunos aspectos de ese
proceso ya tienen la corroboración del laboratorio. Así, el doctor
Laskownicki ha comprobado que, después de la vacunación antipara
tífica por ejemplo, la cantidad de colesterina de la sangre aumenta
proporcionalmente al poder aglutinante del suero; sabiéndose ya, por
otra parte, el papel decisivo que juega la colesterina en las génesis
del cáncer. Así se explica la disminución de las enfermedades
agudas y el fantástico aumento de las enfermedades crónicas y
degenerativas: cáncer, diabetes, enfermedades del corazón y de las
arterias, nefrosis enfermedades mentales y de la nutrición, etc.,
etc.
Las
autoridades sanitarias, siempre las últimas en enterarse de los
magnos problemas que les atañen, se limitan a expresar su asombro
ante el cambio habido; la trasmutación de la enfermedad aguda en
crónica. No intentan siquiera explicar el fenómeno ni sus posibles
causas. ¿Para qué? Parece que eso no les compete...
Mientras
tanto, la sociedad se ve cada vez más agobiada bajo el peso de los
enfermos crónicos, que aumentan diariamente, y que constituyen un
pesado lastre económico, biológico y social.
Muchos
de ellos, en su irresponsabilidad, continúan reproduciéndose,
engendrando hijos tarados física y moralmente, con lo cual
contribuyen a aumentar aún más la degeneración de la especie
humana.
Como
se ve, demasiado alto es el precio que paga la humanidad a cambio de
los ilusorios beneficios que espera de las vacunas. Pues dichas
enfermedades crónicas y degenerativas matan cada año muchos más
enfermos que los que podrían matar en un siglo todas las
enfermedades infecciosas juntas.
Está
demostrado que los pueblos salvajes, que viven lejos de la
civilización y sus males (entre los cuales la vacuna, desconocen en
absoluto el cáncer, la diabetes y demás enfermedades crónicas y
degenerativas.
Grave
como es el peligro representado por la vacuna en el orden físico, no
termina ahí. Encierra aún otro peligro, pero de orden moral: deja
subsistir en el pueblo la creencia errónea de que el sistema de vida
que se lleva, es indiferente y ajeno al problema de la enfermedad.
Según tal idea, cada uno puede vivir como se le antoje:
alimentándose irracionalmente, distribuyendo mal el tiempo para el
trabajo y el reposo, haciéndose esclavo de todos los vicios
(alcohol, tabaco, alcaloides, juego, etc . ), etc., etc. La vacuna
salvadora vendrá a absolverlos de esos pecados, echará un manto
piadoso sobre todos los desvíos y errores, y los protegerá de la
enfermedad. Y todas esas gangas sin hacer ningún esfuerzo ni
sacrificio, bastando recibir un simple pinchazo. ¡Qué maravilla!
Si
es disculpable tamaño error en el público ignorante, no lo es en
cambio en las clases ilustradas y cultas, que deberían demostrar
mayor interés en el problema de la salud pública. ¿Qué decir
entonces de los gobiernos y de la clase médica, cuya misión
específica debería consistir en destruir esa ignorancia y señalarle
al pueblo el recto camino? Pero ya revelaremos cuáles son las
"poderosas causas" que les impiden proceder como es debido.
Ya pondremos el dedo en la llaga...
La Vacuna Antivariolica
Antes
del descubrimiento de Jenner, se practicaba la variolización, es
decir, la inoculación con el virus de la viruela no modificado, con
el fin de preservarse de esta enfermedad.
En
1776 Jenner observó que las personas atacadas accidentalmente de
vacuna (enfermedad de las vacas o cow-pox) por contacto con los
animales por razón de su profesión, eran refractarias a la viruela.
Esa observación le indujo a tentar la trasmisión de dicha
enfermedad, llamada vacuna, con fines profilácticos, tomando pus de
las manos enfermas de los ordeñadores e inoculándolo a personas
sanas. En 1796 publicó las conclusiones a que había llegado.
Tal
descubrimiento produjo gran revuelo y numerosos investigadores
trataron de averiguar por su cuenta la verdad de los hechos, llegando
a resultados diversos y contradictorios. Se suscitaron discusiones y
polémicas, en que fueron severamente impugnadas las conclusiones de
Jenner. Se publicaron numerosos casos en que la vacuna había
fracasado y otros en que ésta había acarreado complicaciones
graves, incluso la muerte. Especial resonancia tuvo la muerte del
hijo mayor de Jenner, quien falleció a consecuencia de una
tuberculosis despertada por la vacuna que le inoculara su propio
padre; razón que quizá indujo a este último a no vacunar a su
segundo hijo, contentándose con aplicarle el antiguo procedimiento
de la variolización.
Pero
la suerte de la vacuna ya estaba echada. Los círculos médicos
comprendieron perfectamente que el descubrimiento de Jenner les
proporcionaba un arma poderosa de dominio, y no estaban dispuestos a
dejársela arrebatar. Transformaron el asunto de la vacuna en un
dogma científico, un artículo de fe, en el cual es forzoso creer, y
que no es permitido discutir ni negar.
Desde
entonces, hace ya más de un siglo y medio, la vacuna se aplica cada
vez en mayor escala, con carácter obligatorio, en casi todos los
países del mundo.
Aunque
exponiéndose a ser excomulgados por la Inquisición Médica, los
médicos conscientes, que felizmente siempre los ha habido, en ningún
momento dejaron de denunciar los fracasos y peligros de la vacuna.
Sería interminable dar una lista de tales comunicaciones
científicas; pero no quiero dejar de mencionar al doctor
Verdé-Delisle, quien, pocos lustros después del descubrimiento de
Jenner, reunió sus observaciones en un interesante libro que tituló:
"De la degeneración física y moral de la especie humana
ocasionada por la vacuna". Especial interés tienen también las
publicaciones hechas contra la vacuna por el eminente hombre de
ciencia Alfredo Russel Wallace.
Las
razones por las cuales es impugnada la vacuna antivariólica pueden
resumirse en tres:
-
Que no es eficaz, es decir, no asegura la inmunidad o protección;
-
que no es inofensiva;
-
que no es necesaria.
1°
La
vacuna antivariólica no es eficaz.-
Cuando se descubrió la vacuna, se afirmaba que su inmunidad tenía
una duración ilimitada. Después se dijo que eran necesarias 2
vacunas para toda la vida. Después que 1 cada 14 años; más
adelante, se disminuyó el período a 7 años y después a S. En la
actualidad se considera comúnmente que la revacunación debe hacerse
cada año y así se practica en las escuelas, colegios, etc. Lo cual
no obsta para que, si surge alguna alarma de epidemia a los pocos
meses o semanas de una revacunación, se obligue a esas mismas
personas a dejarse inocular nuevamente el virus vaccíneo.
Esas
continuas rectificaciones son la demostración más elocuente de los
fracasos ininterrumpidos de la vacuna, que obligaron a los señores
vacunistas a acortar cada vez más el período de la supuesta
inmunidad. Al mismo tiempo, ponen en evidencia el suelo movedizo de
titubeos y vacilaciones en que asienta el dogma de la vacuna.
Y
no es de extrañar que así sea, pues este dogma, que nació de una
simple observación empírica (los atacados de vacuna o cow-pox son
refractarios a la viruela), fue impuesto al mundo antes de haber
tenido una amplia confirmación de la experiencia. Por otra parte,
aún hoy se desconoce el germen específico que produce la viruela y
la vacuna, como se ignora igualmente qué relación existe entre
estas dos enfermedades. Hasta ahora, se han emitido las teorías más
diversas, unas más seductoras que otras, pero teorías al fin, sobre
esos temas candentes y fundamentales. Pero nada se ha demostrado en
concreto.
Nada
más que con eso estaría demostrada la falacia de la vacuna
antivariólica, viciada de insanable nulidad desde sus orígenes, lo
cual no le ha impedido subsistir hasta hoy, el siglo de las luces,
que alardea de racionalista y científico.
Sería
casi superfluo tratar de demostrar la ineficacia de la vacuna
antivariólica, cuando los mismos textos de estudió de la Facultad
de Medicina reconocen que los vacunados y revacunados pueden adquirir
la viruela; y, más aún, dicen que esta enfermedad da una mortalidad
de 8 al 10 por 100 en los vacunados y del 3.5 al 8 por 100 en los
revacunados.
Las
enfermedades infecciosas en general y la viruela en particular,
tienden a declinar desde hace mucho tiempo, aún antes del
descubrimiento de la vacuna, en casi todos los países del mundo, por
el mejoramiento de sus condiciones higiénico-sanitarias, según
explicamos anteriormente. Circunstancia que ha sido hábilmente í
explotada por los vacunistas, para atribuir a la vacuna un mérito
que no posee. Por la misma razón ya expuesta, han declinado, hasta
casi desaparecer, enfermedades mucho más graves que la viruela, como
la peste, el cólera y la fiebre amarilla, contra las cuales no
existe aún ninguna vacunación obligatoria .
Sabedores
de su fracaso, los vacunistas han ocultado y ocultan aún hoy
celosamente los hechos desfavorables a las vacunas, para que ésta
mantenga un aparente prestigio ante la opinión pública. A pesar de
lo cual se sabe que los países donde más se vacuna, son los que
presentan mayor número de casos de viruela; y dentro de un mismo
país, las provincias o regiones donde más se vacuna y revacuna, son
las más intensamente atacadas por esa misma enfermedad.
Razones
de espacio nos impiden publicar aquí estadísticas de diversos
países, que así 1o demuestran.
2°)
La
vacuna antivarióhca no es inofensiva.-
Ya
hemos
citado el caso del propio hijo de Jenner, que falleció a
consecuencia de una tuberculosis despertada por la vacuna. Fue quizá
la primera víctima inmolada en aras del dogma jenneriano.
Está
demostrado que la vacuna antivariólica disminuye la resistencia
orgánica, facilitando especialmente la diseminación de la
tuberculosis.
Vacunación y tuberculización pueden considerarse términos
correlativos, habiéndose establecido que, después de las grandes
campañas de vacunación antivariólica, aumenta notablemente el
número de tuberculosos.
El
modo de obtención de la vacuna es poco seguro en cuanto a limpieza,
no siendo raro encontrar en la misma numerosos microbios asociados,
que producen en la persona vacunada infecciones de diversa gravedad:
impétigo, ectima, dermitis, abscesos, flemones, erisipela, gangrena
y hasta septicemia, que no pocas veces le cuestan la vida.
Epidemias
de encefalitis consecutivas a la vacunación antivariólica han sido
comprobadas en varios países del mundo. Centenares de casos ya se
han producido, con una mortalidad superior al 50%, lo que ha movido a
algunos gobiernos a suspender la aplicación obligatoria de la
vacuna.
El
Gobierno de los Estados Unidos, en el "Public Health Report",
publicado el 20 de marzo de 1925, llama la atención hacia "los
frecuentes casos fatales de tétanos después de una vacunación".
Muchas
otras enfermedades pueden ser producidas por la vacuna, sin nombrar
aquéllas de aparición tardía, que generalmente se suelen atribuir
a cualquier otra causa.
En
Inglaterra, donde los médicos imparciales denuncian severamente las
muertes a consecuencia de la vacuna, se ha comprobado que "mientras
murieron los niños, en 24 años, a consecuencia de la viruela,
murieron 265, en el mismo período, a consecuencia de la vacunación".
Esta noticia es publicada domo permanente en la revista "Vaccination
Inquirer", de Londres.
En
1927, Lord Dysord instituyó un premio de mil libras esterlinas a la
persona que pudiera demostrar:
1°)
que la vacunación protege contra la viruela;
2°)
que ningún otro remedio protege contra la viruela;
3°)
que la vacunación es inofensiva.
A
pesar del tiempo transcurrido, nadie se presentó hasta ahora a
reclamar el premio. Ese solo hecho demuestra en forma harto elocuente
la falsedad del dogma vacúnico que el mundo está soportando hace ya
más de un siglo y medio.
Hay
numerosas enfermedades que contraindican la vacunación
antivariólica; es decir, que los que las padecen no pueden ni deben
ser vacunados, pues corren peligro de una complicación o
agravamiento. Para diagnosticar esos casos, habría que someter a la
población a un prolijo examen médico, con auxilio del laboratorio y
rayos X, antes de ordenar la vacunación.
Pero
eso, que a conciencia habría que hacer, no se realiza; y ya sabemos
que los seres humanos son llevados a la vacunación como se llevan
los animales al matadero, sin consideración ni discriminación de
ninguna especie. Así, no son de extrañar los agravamientos y
complicaciones que suelen presentar esas pobres víctimas, y que los
vacunistas tratan de ocultar en toda forma, siguiendo así la
deshonesta política de disimulo y silencio con que siempre han
pretendido echar un velo sobre los fracasos y peligros
de
la vacuna .
3°)
La
vacuna antivariólica no es necesaria.-
Está comprobado que los pueblos que viven en excelentes condiciones
higiénicas no son víctimas de la viruela, aunque no estén
vacunados. Esa es la inmunidad o protección natural, de que
hablábamos antes. En cambio, los que viven en condiciones higiénicas
deficientes, son diezmados por la viruela aunque estén vacunados y
revacunados.
Esa
es la mejor demostración de que la vacuna antivariólica es
innecesaria, además de ineficaz y peligrosa.
Vacunación en Acción - Casos Reales
WILLI
LUTTERLOH
Hanover,
de 13 años de edad vacunado el 21 de setiembre de 1908 y muerto el
18 de octubre de 1908. Aunque las publicaciones que hasta ahora se
han hecho son las relacionadas con el Reino Unido nos vemos
compelidos a publicar este caso consternante (del niño alemán) para
mostrar como un ejemplo negativo al paraíso de los pro-vacunistas
germanos. Alemania mantiene invariable suposición en seguir adelante
en lo que se refiere a la vacunación pero muchos artículos
publicados muestran los horrores de la vacunación. De uno de ellos
nos permitimos publicar la foto de antes y después de la vacunación
del infortunado pequeño.
El
señor Prívate Frank Robinson envió a la Liga : antivacunista un
recorte del certificado de defunción del 11 de abril de 1944
relacionado con la muerte de su hija Lesley Robinson como resultado
de la vacunación (toxemia generalizada secundaria a vacunación
antivarió1ica).
El
señor Private Robinson escribió. No puedo encontrar palabras para
expresar mi actitud con respecto a la vacunación. Quizá la muerte
de mi única hija puede prevenir a otros padres que cometen el error
que cometí. Si el recorte puede servir de ejemplo, úselo de todos
modos.
Después
manifestó que eran sanos y que su niña iba desarrollándose
perfectamente llena de vida Y mostrando a todos una amplia sonrisa.
Su esposa estuvo a favor de la vacunación y él la dejó a ella
decidir. Después de la vacuna la niña presentó una erupción en su
cara, 2 semanas después había cubierto la misma toda la cara y el
cuerpo. Se le internó en el Hospital luego muere tres semanas
después, se redujo a1 tamaño de una muñeca y aún antes de morir
sonreía.