Mi abuela tiene 99 años. Su primera y única consulta a un medico fue a los 25, cuando este le dijo:
—Usted está muy enferma y su situación es grave.
Salió de la consulta diciendo “¡qué disparate!”. Desde aquel día concluyó que los médicos no tenían nada valioso que aportar a su vida.
Y, efectivamente, nunca más regresó a una consulta médica, salvo cuando dio a luz a sus cuatro hijas. De niño siempre me repetía que los que menos sabían de salud eran los médicos. Y, auténticamente, estaba perpleja por la cantidad de consejos, dietas y fármacos que recetaban.
Hoy, a su recorrida edad, no sabe lo que es el colesterol, el nivel de glucosa, la hemoglobina o los exámenes de ese tipo. Más aún, nunca se ha hecho un análisis de sangre o un examen médico de alguna naturaleza. Jamás la he visto medirse la presión.
No lo digo como un ejemplo a seguir, tan solo lo relato tal como es: una mujer a la que no le gusta aprovechar los grandes avances de la medicina moderna.
Es lúcida, alegre, de muchos amigos. Vive sola en el campo de Inglaterra. Es pintora, consume lo que ella misma cultiva en su huerto. Todos los días almuerza sopas de sus propias verduras y pan que ella misma prepara. Cuando la visito me pregunta:
—¿Qué quieres cenar?
Corta las verduras del huerto y corre a prepararlas porque dice que tienen que estar frescas. Debo agregar que es sumamente cuidadosa e intuitiva con lo que come, alerta y observadora del efecto de ciertos alimentos sobre su digestión...
Fuente: http://cosas.pe/padres-estilo-de-vida/2857-mi-abuela-una-institucion-medica
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