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viernes, 29 de agosto de 2025

Aprendizaje para adultos con la ia

Los niños a menudo hacen preguntas poco comunes. Sin embargo, es así como aprenden, a veces para toda la vida. ¿Por qué? Quizás porque nuestro cerebro funciona por asociaciones neuronales, que se graban con facilidad en nuestro sistema biológico.

Más abajo tenemos un ejemplo de una pregunta que un adulto normalmente no haría. Por lo general, los adultos evitan este forma de pregunta por miedo a parecer ridículos, pero hoy ¿es posible aprender sin temer a ser juzgado gracias a la IA?

Por lo general las inteligencias artificiales permiten hacer preguntas de cualquier tipo sin que nadie evalúe al usuario, le critique o se burle de él. Esto crea un entorno seguro para explorar dudas, incluso las más inusuales o complejas. Además, la IA puede explicar conceptos con claridad, adaptarse a tu nivel de conocimiento y ofrecer ejemplos, analogías o esquemas que facilitan la comprensión.

En otras palabras, la IA funciona como un acompañante de aprendizaje anónimo y paciente, permitiendo que los adultos recuperen la curiosidad y el espíritu explorador que a veces se inhibe por miedo al juicio social.

PREGUNTA:

El óvulo: ¿cómo se mueve desde el ovario hacia la ampolla de la trompa de Falopio? ¿Tiene patas, lo empujan bacterias, es la gravedad o alguna fuerza misteriosa desconocida?

RESPUESTA DE LA IA:

No, el óvulo no tiene patas ni hay bacterias empujándolo, y tampoco interviene ninguna “fuerza misteriosa”. 😄

El movimiento del óvulo desde el ovario hasta la ampolla ocurre gracias a mecanismos biológicos muy precisos:

• Fimbrias de la trompa de Falopio: al final de la trompa, cerca del ovario, hay estructuras parecidas a dedos llamadas fimbrias, que barren suavemente el óvulo hacia la trompa cuando es liberado.

• Cilios del epitelio tubárico: la pared interna de la trompa está cubierta por cilios, pequeños pelos móviles que desplazan el óvulo lentamente hacia la ampolla y el útero.

• Contracciones musculares de la trompa: el músculo liso de la trompa realiza ondas rítmicas de contracción que ayudan a empujar el óvulo hacia el útero.

Así, el transporte del óvulo es el resultado de la acción combinada de fimbrias, cilios y contracciones musculares; nada de patas, bacterias ni magia.

Aunque muchas veces se piensa que los adultos aprenden menos que los niños, el cerebro adulto sigue siendo muy capaz de aprender, y las preguntas poco comunes son una herramienta clave para ello. Aquí te explico por qué:

1. Neuroplasticidad: Aunque disminuye con la edad, el cerebro adulto mantiene la capacidad de reorganizarse y formar nuevas conexiones neuronales en respuesta a estímulos y aprendizaje. Hacer preguntas inusuales activa estas conexiones y fortalece las redes neuronales.

2. Aprendizaje basado en curiosidad: Cuando surge una pregunta que despierta interés genuino, el cerebro libera dopamina, un neurotransmisor que favorece la atención, la motivación y la retención de información. Por eso las preguntas inesperadas suelen generar aprendizajes más duraderos.

3. Asociaciones significativas: Los adultos tienen más experiencias previas, y su cerebro utiliza estas experiencias para relacionar la nueva información con conocimientos existentes, creando asociaciones profundas que facilitan el recuerdo.

4. Entorno seguro y sin juicio: Aprender sin miedo a ser juzgado —por ejemplo, usando IA— permite explorar dudas sin inhibiciones, lo que potencia la creatividad y el pensamiento crítico.

En resumen, el cerebro adulto sigue aprendiendo muy bien, especialmente cuando se combina curiosidad, motivación intrínseca y un entorno seguro. Hacer preguntas inusuales es una manera directa de activar todo esto y convertir cada duda en un aprendizaje duradero.

miércoles, 6 de agosto de 2025

¡Qué liso, qué lisura!

"Liso como músculo liso": una hipótesis sobre el nacimiento de una expresión peruana

En los patios de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde se cruzan siglos de historia con la vitalidad del presente, los muros han escuchado más que discursos doctos: también han sido testigos de risas, ocurrencias, giros lingüísticos que, sin proponérselo, se filtran en el habla popular. En particular, en los corredores de la Facultad de Medicina San Fernando, cuna de generaciones de médicos peruanos, pudo haber nacido —quién sabe— una de las expresiones más curiosas y extendidas del español limeño: “ser liso”.

Hoy, en los barrios de Lima y muchas partes del Perú, decir que un niño es "liso" es llamarlo desobediente, atrevido, malcriado. Es el niño que no hace caso, que responde, que no acata la voluntad del adulto. La palabra es tan común que pocos se preguntan de dónde viene. ¿No es "liso" simplemente algo que no tiene asperezas? ¿Qué tiene que ver eso con el mal comportamiento?

Pero imaginemos por un momento una escena ocurrida hace décadas: un estudiante de medicina, sentado frente a sus apuntes de fisiología, revisa la clasificación de los tipos de músculo del cuerpo humano. Músculo estriado: voluntario, controlado por la conciencia. Músculo liso: involuntario, responde solo a impulsos automáticos. No se puede ordenar a un músculo liso que se detenga o actúe; lo hace por sí mismo, sin consultar.

Entonces, en un instante de asociación lúdica y brillante, el estudiante piensa en su sobrino travieso: ese que no obedece nunca, ni a sus padres ni a sus profesores. Y suelta la frase:

    —Ese chibolo es como músculo liso: no hace caso a nadie.

La frase se le queda. La comparte entre compañeros de promoción. Bromean:

    —“Tu hermanito es bien liso, ¿no será músculo liso?”

    —“Claro, pues. No le hace caso ni a su propio sistema nervioso.”

Y con el paso del tiempo, tal vez esa comparación entre lo incontrolable físicamente y lo desobediente socialmente fue filtrándose desde las aulas a las calles. La palabra "liso", ya presente en el lenguaje, cambió de piel, agarró nuevo sentido.

No sería la primera vez que el lenguaje popular limeño se nutre del mundo académico —mezclando ciencia, ironía y cotidianidad— para crear expresiones nuevas, ricas, llenas de doble fondo.

La frase hace reír a sus compañeros. Se repite. Se extiende. Sale de San Fernando, atraviesa los micros, llega a los parques, a las escuelas, a las calles de Lima. El término "liso", que ya existía en el español estándar para hablar de superficies sin relieve, se reconfigura semánticamente en la jerga limeña: ahora describe a la persona que no se deja controlar, que se desliza fuera de la autoridad.

Y así, lo que empezó como una broma en un aula universitaria, pudo convertirse en una expresión viva de la lengua, nacida del cruce entre el saber académico y el ingenio popular.

Hoy, cada vez que alguien dice “ese niño es bien liso”, tal vez —sin saberlo— repite un eco lejano de aquella analogía entre lo biológico y lo social. Una frase que guarda, en su núcleo, la memoria imaginaria de un estudiante, una clase de anatomía, y una Lima donde el idioma sigue inventándose todos los días.